Antes dije que tenemos una propiedad afable, amistosa,
compañera. Me permito agregar que menos mal: de otra manera ya habríamos sido
devorados por completo por la indiferencia, la rigidez, la aspereza, la crítica,
la violencia parasitaria.
Aquí hablaré del valor relacional y suavizante
de la sensibilidad, vinculado a otros valores como la humanidad, la deferencia,
la empatía, la vestal delicadeza o la ternura. Sin educación no hay
sensibilidad: la educación e información producen sensibilidad.
Es nuestra sensibilidad la que nos permite
estar en conexión –abiertos y receptivos– con el entorno, no solo desde el
punto de vista sensorial, sino además afectivo y cultural. Y desde luego
sensibilidad también quiere decir imaginación. Consideremos que una
sensibilidad plena siempre toma en cuenta la persona como la comunidad.
La sensibilidad social ha sido, en nuestro
país, y en gran medida, patrimonio de la izquierda. Estamos hablando en corto
de la solidaridad (que es femenina y horizontal) y los derechos humanos. Otro
gran aporte de la izquierda nacional ha sido el de la sensibilidad en términos
creativos. Así, por ejemplo, muchos de nuestros mejores escritores han sido –abierta
o matizadamente– de izquierda. Si no fuera por esa esencial sensibilidad de
izquierda, nuestra literatura y seguramente nuestro proyecto intelectual todo
estarían en bancarrota.
Pero la derecha también tiene su propia sensibilidad,
a veces; estamos hablando del respeto, por
el individuo y estamental, una forma de sensibilidad quizá más vertical y
masculina. Ese respeto se traduce políticamente como estado de derecho, que a
mi modo de verlo es una agenda muy importante, a condición que no lleve una
agenda escondida.
La sensibilidad es importante, pero a veces se
manifiesta como debilidad en el tóxico sentido de la expresión. A veces somos demasiado
blandos: no tomamos las riendas de nuestro destino histórico. A menudo pecamos
de hipersensibilidad (por ejemplo, la hipersensibilidad septembrina,
nacionalista) y pronto caemos en el folletón victimista. Tanta sensiblería y
tanto drama no nos llevarán a ningún lado.