Habiendo reconocido la importancia de
las mentalidades culturales atávicas que recorren nuestra esfera social, la
invitación es a no quedarnos atrapados en una visión clausurada y labriega del
mundo. De hecho, es fundamental dar con pasajes sociales facilitadores que
permitan que los individuos guatemaltecos puedan liberarse de contextos
tradicionales anacrónicos, claustrofóbicos, inertes, y adquirir competencias
autonómicas asertivas.
Y sin embargo, hay tan pocos connacionales
que están dispuestos a verificar ese salto al poder individual. Abundan por el
contrario los individuos sumisos, complacientes y clónicos que repiten hasta la
náusea las mismas costumbres religiosas, sexuales, laborales, cosmológicas, y
las que fuere.
Ese momento cuando determinada persona o
comunidad (o empresa u organización) descubre su propia fuerza dinámica,
dominadora, su capacidad de someter y conquistar su entorno y circunstancias, y
se hace respetar, es increíble. Cuando salta por encima de los patrones
regresivos y desdentados, de las agendas e imaginarios crudos, sean incluso
bienintencionados, y se agencia una forma eléctrica, distintiva y personal de
hacer las cosas.
Quisiera decir aquí que estos poderosos
enfoques particulares pueden ser de valor en ciertas situaciones en donde
incluso el estado abstracto es impotente, en virtud de la acción enfocada y el
mando discreto. Siempre deberá haber un espacio para aquellos personajes
gloriosos que tienen el carisma y el ingenio, el sentido de oportunidad y el
debido liderazgo, el coraje y la autoridad, el punk y las pelotas para crear
entornos–subsistencias carismáticos y personales. Hay historias hermosas de
seres bravos surgidos en este no man´s
land.