Una aspiración, para mi país –también podemos
llamarle propósito, horizonte. Aquí no importa mostrar un poco de idealidad o
inocencia. Es precisamente lo que estamos buscando.
Es esto:
“Que Guatemala se transforme en un espacio
avanzado de convivencia, que estimule la emergencia de individuos y comunidades
libres, elevando la fuerza creativa de la vida, dentro y más allá de sus
fronteras.”
Nuestra total intención es dar a luz –luego
estabilizar– un estado maduro, una esfera pura de gobernabilidad, un entorno
protegido y deferente que esté regido por relaciones de justicia y solidaridad,
de respeto y altruismo, de proporción y fuerza, bajo un ideal integral de
libertad.
La idea es que todos, todas podamos llevar con
firmeza la realidad nacional a su punto de expresión más alto, completo y
natural, en un proyecto de armonía sostenible, y con índices de felicidad
evidentes.
En este proyecto nunca el colectivo deberá
preceder al individuo; y tampoco el individuo preceder a la colectividad.
Estamos buscando la completa ecuanimidad, en ese sentido.
De otro lado, elevar la fuerza creativa de la
vida quiere decir que hay una dimensión inspiradora de verticalidad y un
programa dinámico de evolución al que estamos sirviendo.
Si al final de nuestra aspiración dijimos
“dentro y más allá de sus fronteras” es porque estamos convencidos que nuestro
país podría, si se quitara los pudores y los apocamientos, contribuir como catalizador
intrépido de sensibilidad en el concierto global.
Siempre y cuando seamos auténticos, y
aprendamos a reconocer nuestras sombras, y a trabajar con ellas, ascenderemos.