8. EN LA ESPIRAL

Pero nunca vamos a entronizar nuestra visión de país sin botar los antiguos esquemas de cambio. En efecto, todos los viejos esfuerzos por traer evolución al país no han conseguido darnos una vida nacional satisfactoria. ¿Por qué insistimos en ellos? Precisa salir de la negación. Rendirse y pasar –con honestidad y firmeza, apertura y disposición– a otra cosa, a otro cuerpo de posibilidades.

Porque de hecho hay otro cuerpo de posibilidades. De nada sirve adoptar una posición fetal, y hundirse en la pura decepción desmoralizada o atrabiliaria. Podemos confiar en que obtendremos los recursos para diseñar un país más funcional, si nos abrimos a ello. La primera condición para que el cambio se dé es que aceptemos la realidad del cambio, y en este caso estamos hablando del cambio a la cordura.

Por supuesto, un problema aquí es mezclar el nuevo vino con el viejo. Tenemos que aprender a reconocer el vino viejo como tal, y ser muy honestos al respecto. A veces decimos que queremos cambiar, pero la verdad es que no estamos dispuestos a limpiar la vasija, el odre, no hay disposición, no hay humildad. Estamos llenos de nuestro propio gelatinoso orgullo, de nuestras propios, rígidos, grumosos puntos de vista.

Para reestructurar nuestra sistema de posibilidades, vamos a tener que rectificar nuestras motivaciones, nuestra visión, nuestra conducta cultural toda. Y luego vigilar que no volvamos a caer en las antiguas maneras, en los mismos credos cerrados. Por otro lado, no se trata de crear una nueva fórmula estanca, sino de entender que el paradigma entrante de cambio deberá ser dinámico, siempre rastreando nuevos horizontes de funcionalidad.

Así pues, el trabajo no termina. Por mí, por el otro, por la galaxia entera de relaciones culturales del país, se precisa seguir trabajando.

Viendo lo mucho que mi país no evoluciona, nació en mí un interés descomunal por el fenómeno del cambio: sus condiciones, sus posibilidades, su naturaleza. Una de las cosas que me di cuenta es que en Guatemala hay un mismo dogmatismo, con ideologías distintas. No nos ocupemos pues en un primer movimiento de las ideologías: ocupémonos del dogmatismo. Por demás, creo que tenemos muchas prerrogativas como país, y que no estamos tan mal como en otros lados. A veces decimos que somos la peor mierda en este gran mundo, pero ello no es más que arrogancia inversa.

Desde luego, me preocupa nuestra incapacidad de generar un mapa de entendimiento nacional. El reto es encontrar un esquema que nos permita salir de la carnicería de perspectivas en pugna que es actualmente Guatemala. La posibilidad de una nueva guerra civil no es descabellada. A menos que llevemos adelante una revolución –pero no una revolución monoideológica, sino integral­– esto se pondrá sinceramente horrible. El reto será encontrar los líderes que puedan funcionar dentro de este nuevo estadio de circulación cultural. De momento no existen, o apenas existen.

Hay múltiples agendas coemergentes que me interesa que mi país actualice, para que el mismo pase de ser un sistema clausurado y estanco a un sistema abierto y fluido. Un sistema abierto y fluido es un sistema que no privilegia una perspectiva sobre las demás, sino que las incluye todas, en un mismo campo de unidad dinámica. Inherentemente, ninguna perspectiva posee más jerarquía que cualquier otra. Eso no quiere decir que no se den jerarquías de funcionalidad. De ello hablaremos otro poco más adelante.

De momento, hagamos un viaje por estas distintas perspectivas, que también son en sí mismas programas generales de trabajo.
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