9. EPÍLOGO

1. Gt fue un proyecto publicado en mi columna Buscando a Syd, a lo largo de un año y medio. ¿Demasiado largo? Como yo lo veo, Buscando a Syd es la clase de espacio editorial que autoriza esta clase de desproporción o desmesura. De otra parte, en ningún otro lado sino en Guatemala y en El Periódico podría uno publicar una seguidilla temática de más de sesenta columnas sin que nadie –ni un editor, ni un solo lector– ofrezca una palabra de disentimiento. Pero eso, de hecho, es lo hermoso de Guatemala y de El Periódico: tenemos una forma personal de hacer las mierdas.
           
Sé que el trabajo fue medio pesado para un lector de columnas, que evita en ellas la maldición de lo inacabable. Y eso que procuré conservarlo sintético (en realidad estas columnas no han sido sino notas para un hipotético ensayo, de más ambición, que será o no escrito más adelante).      

La verdad es que muchas de las descripciones no pasaron de ser suscintas pinceladas. Así pues, pude haber dado algo más extenso, más monstruoso. Pero el jovial abuso tenía que detenerse en algún lado. Por demás, traté de hacer que el trabajo rimara con el formato columnístico, por tanto que cada sección del ensayo pudiera ser leída como una columna individual. Muy a menudo tuve que cortar las secciones respectivas para que cupieran en 1,700 caracteres, que son los caracteres que tengo disponibles en Buscando a Syd.

           

2. Si me tomé la libertad de escribir un proyecto así de dilatado para un formato de columnas fue porque el tema me pareció trascendental: el de nuestra identidad guatemalteca. A los ocasionales lectores extranjeros ojalá les haya servido para conocer algo más del llamado chapín, y mejor aún, para hacerse preguntas sobre su propia idiosincracia. La verdad es que no sé si este trabajo en realidad ayudará a alguien, alguna vez; a mí en todo caso me hizo mucho bien tratar de entender esto que, a mucha honra, soy.

Por ningún lado he visto un acercamiento de veras estimulante a lo que es ser guatemalteco, y sobre todo a lo que es ser un guatemalteco sano. Naturalmente, las conclusiones a las que arribé no están escritas en piedra. Invito encarecidamente a otros a que saquen las suyas.
           
Este fue un trabajo que hice, como se dice, por amor a mi país. De más está decir que estas conclusiones fueron hechas con el objetivo de privilegiar el conjunto de guatemaltecos, no para beneficiar ninguna agenda particular (por ejemplo política o publicitaria) que no contribuya con la Espiral Nacional.



3. En cuanto a los valores que propuse para el país, para mí lo ideal es que sean propagados: no impuestos, sino explicados. No es cuestión de crear borregos guatemaltecos, sinos seres morales inteligentes al servicio de nuestra comunidad nacional. Además, comprendiendo que los valores no son reglas dogmáticas y cerradas al servicio de un crudo volksgeist, sino energías abiertas, que por tanto ofrecen muchas posibilidades.
           
En teoría, un valor será siempre el más adecuado, más relevante para tratar con cierta situación determinada, y el arte es saber cuál. Pero en realidad raramente una situación demanda un valor único. Por lo general requiere acordes específicos de valores, esto es: combinaciones customizadas para el reto en desarrollo.
           
Es importantísimo captar que cada característica genérica de la personalidad guatemalteca tiene muchos registros y matices y niveles y tonalidades y por ende se manifiesta de muchas maneras concretas y sutiles. Además posee innumerables aspectos sombra y aspectos luz. La cosa se hace más difícil cuando nos damos cuenta cómo esa característica se combina con otras características nacionales que son también extremadamente sofisticadas y complejas, formando un todo vertiginoso y fractal.
           
Por demás, incluso dentro de un mismo esquema colectivo de funcionamiento, los distintos guatemaltecos pondrán a jugar el aparato axiológico genérico nacional de distintas maneras, según sus inclinaciones y posiciones en el tablero. Hablo en Gt del guatemalteco como sujeto imbuido de colectividad guatemalteca, a sabiendas que cada guatemalteco elije una coordenada íntima dentro de la vasta personalidad nacional, una coordenada que será más o menos fluida, según el caso particular.
           
Y aún hay que agregar otra complicación: los guatemaltecos individuales deberán contar con sus propios valores personales, independientes de los del chumul, y luego ponerlos a jugar con los valores generales nacionales aquí propuestos. A veces tendrán que ceder un poco ante los valores colectivos, otras veces deberán poner los suyos primero, incluso enfrentando aquellos.
           
Por demás es posible que el país tenga un sistema primario de tendencias arquetípicas y valores, pero eso no niega que hayan subsistemas axiológicos, para enfrentar determinadas situaciones. Eso es ya más embrollado e imposible de abordar en este espacio.



4. Quiero disculparme por la tonalidad a veces tan didáctica, quizá incluso directorial, de este pequeño estudio (procuré motearla a ratos de ironía, a efectos de que se sintiera menos). Y sin embargo quiero decir que era fundamentalmente necesaria. Este cariz pedagógico está vinculado a una inocencia: la de volver a lo más básico, y empezar de allí, empezar de cero, como en el kínder. Volver a lo básico, al origen, es algo que de hecho tenemos que hacer cada cierto tiempo, o de lo contrario nos perderemos en toda clase de laberintos nacional–conceptuales. Pero luego resulta que esa misma inocencia o apertura es un llamado a que la claridad y dirección aparezcan. No puede surgir el niño sin que surja a la vez a su alrededor cierto energía orientadora, pedagógica. Son dos cosas que van naturalmente de la mano.  



5. Para hacer el presente trabajo me inspiré en el Eneagrama (que no es psicología barata y pop, como puede pensarse, sino un método muy elegante y muy serio de reconocimiento de egotipos), también en la Teoría de los Arquetipos, en el Modelo Integral, en la Dinámica Espiral, y un poquito en los Doce Pasos. Por otro lado, mucho de mi trabajo tienen que ver con hacer plataformas de marca para organizaciones y empresas, y eso ayudó bastante a diseñar Gt.



6. También quiero advertir que no debemos construir una nacionalidad para apartarnos del otro. ¡Cuidado con la retroterritorialidad! Tenemos completo derecho de identificarnos con cualquier expresión cultural del planeta sin ser linchados por ello, independientemente de lo que dicta el dpi. ¡Porque mientras sigamos pensando que nuestra identidad localizada tiene más peso que nuestra identidad global, seguiremos fragmentando y creando bunkers tectónicos de paranoia cultural!
           
Voy en contra de la falacia del compromiso local exclusivo: formar parte de una realidad local en ningún modo exime a nadie de su ciudadanía regional y global (y cósmica). De la misma manera que es sagrada obligación interesarnos en los asuntos de nuestro país también lo es el mostrar un genuino interés en cualquier conflicto que ocurra en cualquier parte del planeta, y comprender que en un mundo interdependiente cualquier crisis en cualquier latitud afecta por igual a todos, todo el tiempo. La distancia geográfica y cultural no debe y no puede ser bajo ningún criterio un pretexto para alejarnos del llamado otro. Con toda nuestra fuerza moral e intelectual trataremos lo mejor que podamos de investigar y comprometernos con las realidades íntimas pero también con las remotas, bajo el entendido de que todas son irrevocablemente nuestras.
           
Por demás, ocurre con frecuencia que la misma proximidad con un conflicto impide a aquellos que lo viven tan de cerca generar soluciones objetivas o fuera de la caja, en cuyo caso el observador distante bien puede ser el único chance que tienen de encontrar una salida. Se hace evidente aquí que no hay que utilizar el argumento de la responsabilidad planetaria para crear escenarios gratuitos de intervención violenta.



7. Lo ideal sería ahora buscar una manera de llevar esta plataforma teórica a la práctica. Pero esos, como se dice, son otros veinte pesos.          


           

8. Lo que espero que haya quedado claro, al final, es que no se trata de cambiar nuestra cultura, sino de sanearla. No se trata de ser otra cosa, sino de ser lo que somos, sanamente. Ser lo que somos sanamente es lo que debemos ser, y es lo que nos permitirá ser más de eso que ya somos, de forma mejor.
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