Empezamos a entender que el asunto aquí
consiste en integrar distintas perspectivas sin imponer burdamente alguna sobre
las demás, mentalidad que nos tiene en el atolladero en el que estamos.
La lógica esto–o–aquello simplemente ya no
funciona. Todas las verdades son parciales y deberán ser complementadas con
otras verdades, en pos de un enfoque completo: un enfoque esto–y–aquello,
uniendo lo individual con lo colectivo, y lo horizontal con lo vertical.
Se requiere de esa cuenta activar una cualidad
observadora, mimética y ecualizadora, que consiga adaptarse naturalmente a las
distintas estrategias o inteligencias culturales residentes en el país y en el
mundo, que pueda hablar sus lenguajes particulares, para luego ponerlas a
bailar en conjunto. El problema no es esencialmente político, económico,
racial, religioso, de género, etcétera... El problema es memético.
Estas inteligencias culturales son auténticos
metasistemas de valores (o grandes memes, más bien llamados v–memes) y
conforman una espiral ascendente y dinámica que se vuelve más compleja y vasta
conforme va subiendo. La idea es darle énfasis al tono memético (o grupo de
tonos meméticos) que mejor salvaguarde, sincrónica y diacrónicamente, la
integridad de la espiral toda, con sus códigos y visiones globales. Se infiere que
la cantidad, naturaleza e intensidad de las perspectivas aplicadas dependerá de
la situación concreta del sistema que se busca sanear, en caso requiera ser
saneado.
Este elegantísimo modelo, hoy llamado Dinámica
Espiral, nació del cerebro de Clare W. Graves y nos ha sido explicado por
brillantes epígonos suyos como Christopher C. Cowan y Don Beck (uno de los
genios detrás la reconciliación en Suráfrica, para lo cual hiciera en su
momento más de sesenta viajes a esa región). Me dicen que Don Beck ya estuvo en
Guatemala; ignoro si algo concreto surgió de ello.
Es un modelo transformacional –lo mismo
descriptivo que prescriptivo– que implica todas las dimensiones y grados de
complejidad de un sistema. A veces es presentado como un modelo bio–psico–socio–espiritual.
Para un mago de la Dinámica Espiral, la
siguiente pregunta es nuclear: ¿cómo debe quién liderar a quiénes a hacer qué,
y cuándo?
No me proclamo experto en Dinámica Espiral,
pero lo que entiendo del modelo resuena muy fuerte con intuiciones personales
que he tenido desde siempre. Para mí enterarme de su existencia fue algo así
como llegar a casa. En realidad es un modelo que viene de los años setenta,
pero ya saben lo lento que migran las ideas a este país, incluso en la era
global.
El modelo de la Dinámica Espiral nos enseña que
no es cuestión de renunciar a las etapas de expresión más densas de un sistema
cultural (que de hecho sostienen a las más espaciosas, sofisticadas y sutiles)
sino más bien de asistirlas, por medio de arquitecturas y sinergias elegantes,
para que puedan trascender su bloqueos, crisis y trampas nucleares. Todo ello
desde una perspectiva más amplia, y en pos de una mayor libertad, salud,
integración y fluidez del sistema todo. El gran error es ingresar a una determinada
dimensión cultural y negar o devaluar la relevancia de las anteriores (e. g. el
sujeto de mentalidad científica que cree que todos los creyentes somos unos
pendejos) o la relevancia de las posteriores (e. g. el legalista que cree que
la ley es la última frontera de la armonía social).
Cada mentalidad cultural posee una función y
fundamento en la Espiral potencial y manifiesta, y en determinados momentos es
clave para resolver un problema propio de ese u otro nivel memético.
Eventualmente lo que queremos es no quedarnos atrapados en ningún código
particular, sino movernos espontánea y sistémicamente en todos, personal o
impersonalmente, según lo demande la situación.
A estas alturas de la Espiral, estamos hablando
de la clase de inteligencia que se siente muy cómoda gestionando polaridades y
niveles paradojales de realidad, y va subiendo y bajando en la Espiral allí
donde se le necesite, creando los equipos y contextos de trabajo que se
requieran para ello. Coordina y establece jerarquías, pero no jerarquías
clausuradas, sino jerarquías condicionales que sirven para arreglar problemas
puntuales dentro de la Espiral. Son jerarquías a las cuales se les ha delegado
un poder y un nivel de liderazgo supeditado a la salud total del sistema, y que
jamás lo exceden. En algunos casos, si ya no son requeridas, se descristalizan
y se retiran de nuevo a un sano anonimato.
Saneando y sirviendo la Espiral como totalidad,
diseñamos orgánica y naturalmente los programas y condiciones de vida precisas
para que se den saltos emergentes y estratificados que “trasciendan e incluyan”
(Wilber) fases previas en el despliegue del sistema.
Hay que comprender que siempre está la
posibilidad regresar a etapas más densas de la Espiral, si las condiciones de
vida nos sujetan a ello. Por tanto necesitamos que la inteligencia de cada
nivel psicocultural esté de hecho siempre disponible. No es cuestión de
superarlo en el sentido de dejarlo atrás. De hecho, y como yo lo veo, eso es
imposible. Cada sistema memético anterior pervive, siquiera como narrativa
histórica o simbólica, pero más aún reencarna siempre en desarrollos más
complejos. Está claro que todas las plataformas culturales –una vez despiertas–
coexisten con sus estructuras precursoras, así lo deseen o no. Estas últimas no
deberán ser negadas, aplastadas, ridiculizadas o fagocitadas. Tampoco dirigidas
con una mentalidad fría, dominadora, elitista, condescendiente,
sobresimplificadora, reduccionista, uniformadora o eugenésica. O de otra parte
codependiente. Todos estos modos de ingeniería social solo traen –a la corta o
a la larga– más y más confusión y problemas.
Cuando la Espiral nacional sane, podrá
contribuir de una manera decisiva al orden planetario. Nos damos cuenta que en
este mundo globalizado y multidimensional hay una constante colisión y
migración caótica de memes y humanos, que requiere ser comprendida y
administrada desde una metaperspectiva superior y una mística unitiva concreta.
En efecto, las viejas estructuras–diques de las
naciones–estados están siendo fracturadas y rebasadas por los retos
planetarios. Por tanto necesitamos una nueva forma de pensar capaz de unir
puntos en el espacio, en el tiempo y en la consciencia. Eventualmente, una
federación geopolítica global será necesaria, una federación que, sin castigar
los rasgos diferenciadores y particularidades materiales y culturales, emita un
nuevo rostro paratribal. Aquí ya es una cuestión de trazar e integrar
sinfónicamente macrosistemas y súpercomunidades; de conectar espirales
discretas en totalidades cada vez mayores, con lo cual la complejidad y el
sentido de interdependencia crecen exponencialmente, hacia un gran
mosaico.
Hay que añadir que en los momentos más altos de
la Espiral accedemos a niveles transpersonales que emanan espontáneamente meta–redes
al servicio de la conexión universal y el orden cósmico. Es el reinado de la
co–creación y el entendimiento holónico. De momento, no hace falta extenderse
mucho en ello, o se me acusará de fumar hierbas veleidosas, cosa que no he
hecho en exactamente trece años. Se ve que la tentación aquí es subir y subir y
ya no bajar. La fórmula correcta es: alas y raíces. No podemos dejar de
trabajar en función de las condiciones concretas de cada sistema. ¿Para qué
perder el tiempo en modos de desarrollo desarraigados e impracticables, cuyas
implicaciones son solo teóricas?
Termino esta sección diciendo que una de las cosas más impecables que nos sugiere el modelo de la Espiral es que todos tenemos derecho a ser lo que somos y a estar donde estamos, sin embargo reconociendo la posibilidad, la necesidad, y la realidad evolutiva.