8.7 EL MODELO DE LA DINÁMICA ESPIRAL


Empezamos a entender que el asunto aquí consiste en integrar distintas perspectivas sin imponer burdamente alguna sobre las demás, mentalidad que nos tiene en el atolladero en el que estamos.
           
La lógica esto–o–aquello simplemente ya no funciona. Todas las verdades son parciales y deberán ser complementadas con otras verdades, en pos de un enfoque completo: un enfoque esto–y–aquello, uniendo lo individual con lo colectivo, y lo horizontal con lo vertical. 
           
Se requiere de esa cuenta activar una cualidad observadora, mimética y ecualizadora, que consiga adaptarse naturalmente a las distintas estrategias o inteligencias culturales residentes en el país y en el mundo, que pueda hablar sus lenguajes particulares, para luego ponerlas a bailar en conjunto. El problema no es esencialmente político, económico, racial, religioso, de género, etcétera... El problema es memético.
           
Estas inteligencias culturales son auténticos metasistemas de valores (o grandes memes, más bien llamados v–memes) y conforman una espiral ascendente y dinámica que se vuelve más compleja y vasta conforme va subiendo. La idea es darle énfasis al tono memético (o grupo de tonos meméticos) que mejor salvaguarde, sincrónica y diacrónicamente, la integridad de la espiral toda, con sus códigos y visiones globales. Se infiere que la cantidad, naturaleza e intensidad de las perspectivas aplicadas dependerá de la situación concreta del sistema que se busca sanear, en caso requiera ser saneado.
           
Este elegantísimo modelo, hoy llamado Dinámica Espiral, nació del cerebro de Clare W. Graves y nos ha sido explicado por brillantes epígonos suyos como Christopher C. Cowan y Don Beck (uno de los genios detrás la reconciliación en Suráfrica, para lo cual hiciera en su momento más de sesenta viajes a esa región). Me dicen que Don Beck ya estuvo en Guatemala; ignoro si algo concreto surgió de ello.
           
Es un modelo transformacional –lo mismo descriptivo que prescriptivo– que implica todas las dimensiones y grados de complejidad de un sistema. A veces es presentado como un modelo bio–psico–socio–espiritual.

Para un mago de la Dinámica Espiral, la siguiente pregunta es nuclear: ¿cómo debe quién liderar a quiénes a hacer qué, y cuándo?

No me proclamo experto en Dinámica Espiral, pero lo que entiendo del modelo resuena muy fuerte con intuiciones personales que he tenido desde siempre. Para mí enterarme de su existencia fue algo así como llegar a casa. En realidad es un modelo que viene de los años setenta, pero ya saben lo lento que migran las ideas a este país, incluso en la era global.
           
El modelo de la Dinámica Espiral nos enseña que no es cuestión de renunciar a las etapas de expresión más densas de un sistema cultural (que de hecho sostienen a las más espaciosas, sofisticadas y sutiles) sino más bien de asistirlas, por medio de arquitecturas y sinergias elegantes, para que puedan trascender su bloqueos, crisis y trampas nucleares. Todo ello desde una perspectiva más amplia, y en pos de una mayor libertad, salud, integración y fluidez del sistema todo. El gran error es ingresar a una determinada dimensión cultural y negar o devaluar la relevancia de las anteriores (e. g. el sujeto de mentalidad científica que cree que todos los creyentes somos unos pendejos) o la relevancia de las posteriores (e. g. el legalista que cree que la ley es la última frontera de la armonía social).
           
Cada mentalidad cultural posee una función y fundamento en la Espiral potencial y manifiesta, y en determinados momentos es clave para resolver un problema propio de ese u otro nivel memético. Eventualmente lo que queremos es no quedarnos atrapados en ningún código particular, sino movernos espontánea y sistémicamente en todos, personal o impersonalmente, según lo demande la situación.

A estas alturas de la Espiral, estamos hablando de la clase de inteligencia que se siente muy cómoda gestionando polaridades y niveles paradojales de realidad, y va subiendo y bajando en la Espiral allí donde se le necesite, creando los equipos y contextos de trabajo que se requieran para ello. Coordina y establece jerarquías, pero no jerarquías clausuradas, sino jerarquías condicionales que sirven para arreglar problemas puntuales dentro de la Espiral. Son jerarquías a las cuales se les ha delegado un poder y un nivel de liderazgo supeditado a la salud total del sistema, y que jamás lo exceden. En algunos casos, si ya no son requeridas, se descristalizan y se retiran de nuevo a un sano anonimato.

Saneando y sirviendo la Espiral como totalidad, diseñamos orgánica y naturalmente los programas y condiciones de vida precisas para que se den saltos emergentes y estratificados que “trasciendan e incluyan” (Wilber) fases previas en el despliegue del sistema.

Hay que comprender que siempre está la posibilidad regresar a etapas más densas de la Espiral, si las condiciones de vida nos sujetan a ello. Por tanto necesitamos que la inteligencia de cada nivel psicocultural esté de hecho siempre disponible. No es cuestión de superarlo en el sentido de dejarlo atrás. De hecho, y como yo lo veo, eso es imposible. Cada sistema memético anterior pervive, siquiera como narrativa histórica o simbólica, pero más aún reencarna siempre en desarrollos más complejos. Está claro que todas las plataformas culturales –una vez despiertas– coexisten con sus estructuras precursoras, así lo deseen o no. Estas últimas no deberán ser negadas, aplastadas, ridiculizadas o fagocitadas. Tampoco dirigidas con una mentalidad fría, dominadora, elitista, condescendiente, sobresimplificadora, reduccionista, uniformadora o eugenésica. O de otra parte codependiente. Todos estos modos de ingeniería social solo traen –a la corta o a la larga– más y más confusión y problemas.
           
Cuando la Espiral nacional sane, podrá contribuir de una manera decisiva al orden planetario. Nos damos cuenta que en este mundo globalizado y multidimensional hay una constante colisión y migración caótica de memes y humanos, que requiere ser comprendida y administrada desde una metaperspectiva superior y una mística unitiva concreta.

En efecto, las viejas estructuras–diques de las naciones–estados están siendo fracturadas y rebasadas por los retos planetarios. Por tanto necesitamos una nueva forma de pensar capaz de unir puntos en el espacio, en el tiempo y en la consciencia. Eventualmente, una federación geopolítica global será necesaria, una federación que, sin castigar los rasgos diferenciadores y particularidades materiales y culturales, emita un nuevo rostro paratribal. Aquí ya es una cuestión de trazar e integrar sinfónicamente macrosistemas y súpercomunidades; de conectar espirales discretas en totalidades cada vez mayores, con lo cual la complejidad y el sentido de interdependencia crecen exponencialmente, hacia un gran mosaico.  
           
Hay que añadir que en los momentos más altos de la Espiral accedemos a niveles transpersonales que emanan espontáneamente meta–redes al servicio de la conexión universal y el orden cósmico. Es el reinado de la co–creación y el entendimiento holónico. De momento, no hace falta extenderse mucho en ello, o se me acusará de fumar hierbas veleidosas, cosa que no he hecho en exactamente trece años. Se ve que la tentación aquí es subir y subir y ya no bajar. La fórmula correcta es: alas y raíces. No podemos dejar de trabajar en función de las condiciones concretas de cada sistema. ¿Para qué perder el tiempo en modos de desarrollo desarraigados e impracticables, cuyas implicaciones son solo teóricas?
           
Termino esta sección diciendo que una de las cosas más impecables que nos sugiere el modelo de la Espiral es que todos tenemos derecho a ser lo que somos y a estar donde estamos, sin embargo reconociendo la posibilidad, la necesidad, y la realidad evolutiva.
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