Hay eso en nosotros: la sumisión, la inercia. Cedemos
a los poderes genéticos locales con entera disposición. Hemos sido amaestrados,
puestos en una cruda silla de ruedas.
Para contravenir una suerte de indolencia que
nos distingue, proveniente tanto de nuestro lado tradicional como mediador,
creemos indispensable reivindicar el valor de la lucha.
Tampoco es que sea un valor arbitrario. Aunque
no ha brillado siempre como quisiéramos, de hecho tenemos un carácter luchador.
Ya explicamos antes con suficiente detalle lo mucho que los
guatemaltecos tenemos de guerreros–guerreras. También explicamos como hemos
pervertido y canibalizado nuestra noción de combate, y nos hemos convertido en
opresores, en unidades de furia y estructuras de aplastamiento.
La palabra lucha es equívoca, y de esa manera
puede animar el conflicto grosero. Pero la dejo como tal, por ser una palabra epico–lírica,
y porque quiero insistir en legitimar los conflictos y tensiones de orden
creativo, y reivindicar la nobleza de algunos combatientes inspirados.
Por lucha hay que entender resiliencia/resistencia
y sano enfrentamiento. Deberá ser una batalla despierta, inteligente. Por demás,
creemos plenamente en la diversidad confrontacional: en el gran mosaico de la
lucha. Cada cual tiene una conexión con aquella revuelta que le resulta más
cercana. No podemos criticar a los defensores de los animales por no defender más
bien a los niños hambrientos. Que cada quien luche en el territorio que le
resulte más natural, que mejor lo inspire. Que ninguno jerarquice ni legisle
autocráticamente la esfera del compromiso de acuerdo a sus propios valores
absortos.
No se trata, por supuesto, de crear
antagonismos estúpidos, peligrosas
polarizaciones. De haber una crisis de peso, más vale que produzca una nueva
claridad cultural, un nuevo nivel de inmunidad psicosocial, un salto evolutivo
contundente para uno y para todos. Por otro lado, hay agendas compartidas: la
lucha contra la impunidad, por ejemplo, o la lucha, aunque suene
conceptualmente contradictorio, por la paz, por un estado pacificado.
Quisiera añadir que lucha también quiere decir
esfuerzo, trabajo. Muchos guatemaltecos, de distintos registros ideológicos,
convienen en eso: que hay que bretear. Pero ojo: no es cuestión de bretear como
borregos o como esclavos –para sostener el statu quo y los intereses narcisistas–
sino para emanar sistemas crecientes, más complejos de bienestar.