Si tuviera que decir en corto lo que
Guatemala es–debería–ser lo pondría así: una tierra sensible.
¿Pero cómo?, ya exclaman ellos, los críticos.
Si hay alguna tierra en la faz del mundo que es insensible es Guatemala, resisten.
Y por supuesto no dejan de tener la razón. Pero eso solo muestra lo mucho que
estamos viviendo de espaldas a cualquier esencia o definición ideal, hasta el
punto de vivir, más bien, en un limbo
salvaje, una zona agresiva y espectral.
Tierra somos, según quedó explicado en
secciones previas. En este preciso contexto conceptual, la tierra identifica rasgos
muy firmes y contundentes.
La sensibilidad sintetiza de su lado
nuestros rasgos más sutiles, receptivos, mullidos, procreadores. No queremos
ser una tierra árida, un mero lote baldío. Al crear condiciones insensibles de
vida estamos arrancando al guatemalteco su propia y profunda manera de ser. Eso
califica, a mi modo de verlo, de genocidio cultural. El alma última del
guatemalteco está siendo asesinada.
En nuestra identidad ideal, lo suave y
lo duro se combinan e integran, y eso puede ser representado simultáneamente
por símbolos finos y enérgicos. Es muy correcto decir que en nuestra
vulnerabilidad está nuestra fuerza, y en nuestra fuerza, nuestra
vulnerabilidad. Ya en síntesis, hablaremos de una vulnerabilidad fuerte (o, en
tiempos malignos, de una fuerte vulnerabilidad). En nuestro estado natural, la
rigidez es mitigada, y la delicadeza afirmada. Hay equilibrio. Los gemelos
cerbataneros son delicados y poderosos a la vez.
Siempre que abandonamos este espíritu
nuestro nos perdemos en un laberinto identitario.
Ya he dicho antes que mi enfoque no es
esencialista, y sin embargo he propuesto, a todas luces, una esencia. ¿Cómo se
explica esta aparente contradicción? Hemos de comprender que esta esencia que
propongo es una esencia abierta. En cuyo caso quizá sería mejor hablar de una apertura esencial. No digo que sea la
única descripción posible, pero es una en todo caso significativa. Propone algo
central y concreto (siendo lo concreto necesario, e imposible de circunvalar)
pero a la vez se trata de algo suficientemente poroso y receptivo a
interpretaciones, mutabilidades, apropiaciones y aplicaciones, como para no
convertirse en una fórmula alienante, la idea siendo que surja como un ejercicio
creativo de identidad.
Mi camino, como siempre, es el camino medio, el único que en términos realistas nos puede dar algún sentido de reconciliación y trascendencia cultural.